Camí: En Miami te controlaban hasta el peso para que estuvieras en forma
El ex puntista de Biarritz trabaja ahora para el prestigioso BAC
04/08/2011: Serge Camí lo tenía claro cuando viajó hasta Estados Unidos para debutar como profesional: Él quería hacer algo grande en la cesta. Y a fe que lo consiguió, puesto que ha pasado a la historia como uno de los grandes puntistas que ha dado Iparralde, aunque también es cierto que podía haber destacado en otros deportes que practicaba de niño, como el fútbol, el rugby o el atletismo. Por suerte para los amantes del mimbre, Serge se decantó por la cesta y ahora, en un perfecto castellano, nos resume cómo fue su relación con la citada herramienta.
¿Cómo se inició en este deporte?
Empecé a los diez años con la cesta de joko-garbi, que es muy plana. Entonces entré en el club y medio año más tarde ya gané el Campeonato de Francia. La verdad es que siempre se me dieron bien los deportes.
O sea que usted practicaba otras actividades.
Jugaba a fútbol, a rugby y hacía atletismo. En 1968 me puse de portero de fútbol y me seleccionaron para el equipo de Sud Ouest
Por lo que comenta, no fue complicado para usted adaptarse a la modalidad.
Cada temporada salía campeón de Plaza Libre y con quince años ya gané contra pronóstico a Pierre Etcheberry por dos tantos. Entonces, la Federación me dijo que, como andaba bien en Plaza Libre, que probase con la cesta. Por esas fechas fui a estudiar al Liceo de Biarritz y ensayaba los domingos, esto sería en 1965, y en el 68 fui a los Juegos Olímpicos de México junto a Lilou, Bordes y Fourneau. Allí cumplí los 17 años y en 1970 fui campeón del mundo en Donostia.
Su progresión fue muy rápida.
Sí, pero tras el Mundial tuve que hacer la mili y en 1971 ya iba a ir a Estados Unidos, pero me rompí la clavícula, o sea que no marché a Miami hasta 1972. Allí estuve un total de diez años.
Cuándo empezó, ¿se imaginaba que un día llegaría a ser profesional en América?
No, aquí no era como en Hegoalde, donde la gente tenía ese sueño desde que empezaba a competir. Yo jugaba simplemente porque me gustaba, sin más, es que a mí me atraía hasta el ping-pong.
¿Qué le impactó de Miami?
Lo grande que era todo, pero allí tampoco teníamos mucho tiempo libre, porque jugabas cincuenta funciones al mes, tarde y noche, y veías poco la ciudad. Además, yo era muy joven y lo único que tenía en mente era hacer algo grande en la pelota.
¿Echaba de menos su tierra?
Mucho, y lloraba a menudo.
¿Qué tal llevaba lo del idioma?
Bien, porque había estudiado en la escuela y en Miami ya lo perfeccioné. Otros sólo hablaban con el resto de pelotaris, por lo que igual llevaban treinta años en América y no sabían decir ni buenos días.
¿Ya se manejaba bien en la cocina?
Sí, porque mis padres tenían un restaurante y un hotel en el pueblo y yo había hecho tres años de cocina, lo cual me sirvió de gran ayuda.
¿Le pusieron algún apodo a lo largo de su carrera deportiva?
Me llamaban bici, porque, al igual que los ciclistas corrían con gafas, yo jugaba con las gafas puestas, era el único.
En América aprovecharía para ver mucho deporte.
Por la tele sí, y alguna vez ya seguía también el boxeo. Benito, que era un periodista cubano de boxeo, y el púgil Mano de Piedra Durán se acercaban a menudo al frontón.
En esa época, ustedes eran famosos.
Pues en el banco no lo éramos, je, je. Los aficionados sí que nos conocían y nos esperaban a la salida para saludarnos. Es que todos los días había 8.500 espectadores y alguna vez llegó a haber 15.000 personas en la grada. Era todo un éxito y los espectadores iban bien vestidos, es una pena que ahora la cosa esté como está.
Jugar ante tanto público sería algo alucinante.
A cada pelotazo que se daba, se oían los gritos del público, era algo increíble. El intendente era Pablo Mir, era duro, pero bueno, cuando alguien hacía una jugada, te obligaba a levantar la cesta y el último día de la temporada, los pelotaris nos metíamos entre los aficionados para que nos tocasen. Entre los puntistas existía un gran ambiente, yo me llevaba muy bien con los compañeros y quiero aprovechar para saludar a todos.
¿Qué sucedió para que la situación de la cesta decayera tanto?
En nuestra época sólo había pelota, luego ya entraron los galgos y los caballos, más tarde se hizo el Jai Alai en el campo y había menos pelotaris, con lo que el nivel bajó. Al inicio hasta te controlaban el peso para que estuvieras en forma.
Después de esta experiencia en Estados Unidos, usted regresó a casa.
Vine porque existía un proyecto para el frontón de Madrid, pero éste no salió adelante. No obstante, yo seguí jugando como profesional en Biarritz y en algún festival más que se organizó en Burdeos, donde completé el curso de monitor.
En Biarritz, supongo que tomaría parte en el Guante de Oro.
Lo disputé en 1983, que fue el año en el que me casé, y luego nacieron mi hijo y mi hija, que son mis dos mejores trofeos. Desde 1996 trabajo en el BAC y aquí andamos, buscando patrocinadores para salir adelante.
En el BAC hay muchos niños jugando.
Sí, pero no tantos como antes. Ya no existe esa idea de ir a América a debutar y ahora hay muchos deportes que triunfan, por lo que la oferta es muy variada, por ejemplo, aquí se sigue mucho el fútbol y también hemos tenido medallas en natación, o sea que los chavales te dicen que para qué van a coger la cesta, si es algo que no tiene futuro.
¿Cree que la cesta puede ir hacia arriba?
Ojalá, está difícil, pero me gustaría, es algo que deseo y nosotros ahí andamos, trabajando para ello.
Texto: Juan Luis Ibarretxe Marcos
Pie de foto: Serge Camí